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DE ESCUELITAS Y PATATAS

ACTUACIONES EN MUNICIPIOS: 
Tras estas palabras en las bitácoras de actuaciones del Festival, se esconden unas de las mas bellísimas experiencias de estos viajes, y una de las razones ocultas por las que me fascina venir a este país.

Son viajes a las escuelitas de poblaciones muy alejadas, muchas veces pobrísimas, otras no tanto y en las que somos recibidos con inmenso entusiasmo e interés por parte de los alumnos. Yo debuto en el Bachillerato de Suan, en la escuela frente a la plaza. Luego comemos en un restaurante con techo de paja al lado de la carretera y con aceras de tierra la sopa de pescado y el pescado mas exquisitos que hemos probado en nuestras vidas, tanto los restaurantes de lujo que, por azar o invitación, hemos frecuentado en París o Barcelona o toda la Europa junta. Pescado de río asado y sopa llena de vida. La primera patata hervida que probé, sin muchas ganas, me dejó alucinado: no recordaba que las patatas (papas) tenían ese sabor. O que tenían sabor. Una experiencia mística y que te da otra visión de la vida. 
Y pienso. 
Y digo, irritado...
Tiene razón Evo Morales, estúpidos eurocéntricos que os reíais de sus palabras
El "indiecito ignorante", que debe provocar en los superiores blancos europeos una risita de conmiseración, porque trata de estar a la altura de los demás, pero , desde luego, con su educación de indio pobre... "Es que se le nota". "Mira lo que ha dicho..."  
En fin. Es insultante el racismo manifiestamente oculto que subyace detrás de nuestra soberbia. 

Estamos mas calvos, gordos y subalimentados porque nuestro alimento no tiene la fuerza de la tierra, la vitalidad del aire: tienen vitaminitas artificiales y matainsectos. Y ahora nos los van a modificar genéticamente... Dejen de reírse del “indiecito”, como hace quinientos años vienen haciendo, como se reían los diputados del PP del “cantautor” Labordeta, para denigrar la seriedad del otro y reducirlo a la nada.

Europeítos: ¿Os sentís superiores?...  ¡Vengan a Colombia y hiérvanse una patata, imbéciles!

Llegué a mi primera escuelita con la intención de cantar la canción “La Risa de Maribel” y hacer “Oceamía” , ambas composiciones ateas y peleadoras. Vengo de la tradición voltariana europea y quiero dejar dudas en los niños. Averiguo si no es religioso el colegio y Manu, director del Festival que nos ha acompañado hasta aquí, me dice que no.
Pero, antes de comenzar, sube el escenario la Directora y suelta un sermón a los niños, les hace rezar el Padrenuestro, para “Agradecer a Dios por la Presencia de Sergio Dantí”. No creo que dios estuviera demasiado contento de que este evidente ateo le erosionara terreno ya conquistado, y me imagino que se habrá sorprendido desagradablemente. (Espero que no acabe castigando a la tan bien intencionada y agradecedora señora Directora, amabilísima y muy buena gente). Y yo también me sorprendí. No hice todo lo que pensaba hacer en el espectáculo, pues me pareció que sería una provocación en ese momento, cantar que “Maribel rió en el viento que Dios ya no existe más...!” que es como termina la canción.

De todas maneras, apenas terminé mi inocente actuación, muy aplaudida, un grupito de niñas se me acerca y me pregunta con infinita educación “¿En qué cree usted?” Soy ateo, les contesto. Y ellas se miran entre sí, como corroborando ¿has visto que yo te lo decía?.. Tenemos una charla muy correcta y educada e interesante con estas cinco niñas, de unos 13 o 14 años, en un intercambio de ideas, y en el que su curiosidad era saber en qué creía yo, pues les parecía imposible que alguien no creyera en “nada”. Finalizan diciendo con mucha convicción y afán salvador, que “están seguras” de que en el fondo yo quiero creer en “algo”. Les digo que ya creo en muchas cosas, pero que siempre las considero hipótesis que me ayudan a explicar el mundo, y que están sujetas a ser desplazadas por otras, en cuanto se pueda demostrar que han sido superadas. Y que eso me hace ser más amplio y, sobretodo, que mis hipótesis no son tan susceptibles de ser manipuladas como su fe. Así, con gran cariño, nos despedimos, no sin antes haberles firmado algún autógrafo (“Tengo la firma de un ateo!!”, habrán dicho a sus compañeras).