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LA AMABILIDAD COLOMBIANA:

Es proverbial (o sea, de proverbio) y ya famosa la amabilidad y el don de gentes de los colombianos: cualquier persona, antes de decirte algo se disculpa, te sonríe y entonces te habla. La sonrisa es hermosa, todos (TODOS) tienen unos dientes perfectos, inmensos, iguales, hermosos, (me dan envidia!), prácticamente sin distinguir clases.

Absolutamente siempre te dan las gracias, responden a tus agradecimientos con sus “de nada” o “a la orden”. Cualquier encontronazo en la calle es seguido de un “disculpe”, de un dejarte pasar primero... Excepto, of course, los conductores entre ellos, fieras feroces en cortés combate, en el que lo cortés no quita lo combate... La cosa es meter morro en el caótico devenir de coches y coches, sin respetar líneas pintadas, rotondas, prioridad de paso.. y pasar primero. Pero no se enfadan entre ellos, estilo italiano o argentino... o internacional, vaya. Concentrados y serios, aceptan los avances inadecuados del otro, esperando poder ellos la misma maniobra. Sin rencor. Sin odio. Con eficiencia destructora. No me los quiero ni imaginar como pilotos de bombarderos.

Hay otras frases típicas que nos dan pautas diferentes a las nuestras como por ejemplo, el “me regala”: “¿Me regala su documento, su teléfono, su billete...?” En los bares, los clientes piden: “¿Me regala una cocacola?” Luego, por supuesto, la pagan... Es su forma de pedir. Esta costumbre bromífila (bromofilia: afección por las bromas... ¡Es que todo hay que explicároslo!) les acarrea los lógicos enfados de los camareros y bármanes de España (Bármanes: españolización corregida por el Sr. Windows de la expresión anglófona “barmen”, que significa camarero) que no tienen intención de ser tan generosos. Y cuando quieren ofrecerte alguna cosa, viene el insinuante: “¿Le provoca un tinto?”. Y recordemos que un tinto es un café, y un tintero uno que vende cafés por la calle.

Un caso que nos llama la atención: subimos a un bus suburbano-rural, al pie del cual hay un “captador”, un viejecito (aparenta mas de 70, y es delgadito y menudo) que va averiguando a los gritos quién va para Arjona e intenta alzar las maletas de los pasajeros hasta el bus, por si alguien le da una propinita.

Sube un pasajero con pinta de campesino, sombrero, una bolsa de tela, ya mayor y con aspecto de ser “un hombre de pueblo” y, antes de partir, se dirige al conductor exactamente así: “Perdone, amigo, pero le hablo con la intención de iniciar un diálogo. No se lo tome a mal. Pero todos tenemos un espacio propio, individual, y este señor que se mete con uno, es como que viola ese espacio, la gente se siente invadida. Usted, como jefe que es de este bus: ¿no cree que debería impedir que moleste asi a los pasajeros?” (Juro, palabra más, palabra menos, que este fue su discurso). El conductor, hombretón con pinta y bigote de asesino mejicano, le responde: “Le agradezco su comentario, amigo, le agradezco de verdad porque está bien que haga notar estas cosas, y le doy la razón. No debería permitirlo... Pero tiene que pensar que el pobre hombre debe estar haciendo esto porque lo necesita... y... claro...” Sube más gente y el diálogo queda en el aire y no lo vuelven a reanudar...

(***) Siguiendo con la amabilidad, constantemente te invitan a pasar a las tiendas, locales y restaurantes o cualquier otro tipo de negocios: Pequeñas boutiques, casas de regalos, cafés, restaurantes, zapaterías, tiendas de ropa, etc, tienen en la calle a sus propietarios diciéndote: “buenas tardes, adelante, pasen sin compromiso” o, en la mayoría de las veces, profesionales de la captación clienteril, persiguiéndote con el menú en la mano para invitarte a entrar a los restaurantes, “regalándote” tarjetitas que acumulas inevitablemente para que pases a ver sus museos de esmeraldas y de oro (joyas bellísimas, pero caras), o a ver sus bolsos o artesanías, o probar su café, o, como caso extremo, a subir a su autobús (en todos los autobuses, anunciando el recorrido e incitándote a subir, preguntándote a donde vas, para ver si te pueden ser útiles (Plaza Bolívar, Mercado, Getsemaní!! ¡¡Suba, suba!!) e invitándonos a subir con tanta pasión y convicción como si nos estuviera ofreciendo un paseo por Disneylandia.
En las calles comerciales, en las tiendas de ropa, un Sr con un micrófono agitando el clima sonoro e incitando: “Pasen pasen, vean, tenemos brassiers de todas las medidas!”. En la tienda de enfrente, vendiendo lo mismo, otro señor. Se hacen guiños y se dejan terminar de hablar para tomar el hilo del discurso. Competencia leal.

Por cierto, hay maniquíes increíbles. con unos senos enormes, grandísimos, que desde luego responden a algún prototipo genético de las costeñas, lo que le hacen decir a Maribel, con un ligero tinte de envidia: “me gustaría preguntarles que les dan de comer de pequeñas”, a lo que yo le respondo con toda sinceridad que no tiene nada que envidiarles, y que, aunque fuera así, lo importante es la personalidad. Y la realidad es que, en general, la realidad de las señoritas costeñas se acerca bastante (a veces) a las dimensiones del maniquí.


En las vidrieras de las tiendas de Cartagena, estos maniquíes alternan con otros menos “senudos”, más cercanos a la "talla hispana". Pero también llaman la atención algunos masculinos. Tienen un ancho de hombros cuyo poderío no igualaría en mismísimo supermán. Las camisas que les ponen estiran sus botones hasta el peligro inminente de que el botón salga disparado convertido en letal proyectil. Si respiraran, reventaban.

Vimos, pero no llegamos a fotografiar, porque le pusieron un camisón que ocultaba sus formas, un maniquí con la forma correcta de las señoras negras de cierta edad, con unas nalgas inmensas y unos senos enormes... El excacto prototipo de la Venus de Willendorf. Primero nos sorprende, pues un no está habituado a estas figuras como "ejemplo" para mostrar la ropa. Pero luego lo repiensas y te dices: En genial. Genial que en lugar de poner solamente “figuras tipo”, para incitarnos a parecernos a ellas, nos pongan figuras reales, para que veamos como nos quedará la ropa, que se supone es la función esencial de los maniquíes. que no debería ser ver cuán bello se puede ver un vestido en un cuerpo maravilloso, sino cómo puede llegar a quedarnos a nosotros.

Como nos engripamos los dos, poco mas puedo contar de estos dos dias en esta ciudad: el sábado a las 14 hs, nos pasa a buscar el taxi “puerta a puerta” que hace el servicio entre Cartagena y Barranquilla. Imaginaba yo un taxi “normal”... Es una furgoneta con capacidad para diez personas apretadas, con nueve personas ya pre-apretadas en su interior, nos insertamos nosotros dos, las maletas, la guitarra y partimos raudos (es un decir) para la cuarta ciudad mas importante de Colombia.




DE ESCUELITAS Y PATATAS

ACTUACIONES EN MUNICIPIOS: 
Tras estas palabras en las bitácoras de actuaciones del Festival, se esconden unas de las mas bellísimas experiencias de estos viajes, y una de las razones ocultas por las que me fascina venir a este país.

Son viajes a las escuelitas de poblaciones muy alejadas, muchas veces pobrísimas, otras no tanto y en las que somos recibidos con inmenso entusiasmo e interés por parte de los alumnos. Yo debuto en el Bachillerato de Suan, en la escuela frente a la plaza. Luego comemos en un restaurante con techo de paja al lado de la carretera y con aceras de tierra la sopa de pescado y el pescado mas exquisitos que hemos probado en nuestras vidas, tanto los restaurantes de lujo que, por azar o invitación, hemos frecuentado en París o Barcelona o toda la Europa junta. Pescado de río asado y sopa llena de vida. La primera patata hervida que probé, sin muchas ganas, me dejó alucinado: no recordaba que las patatas (papas) tenían ese sabor. O que tenían sabor. Una experiencia mística y que te da otra visión de la vida. 
Y pienso. 
Y digo, irritado...
Tiene razón Evo Morales, estúpidos eurocéntricos que os reíais de sus palabras
El "indiecito ignorante", que debe provocar en los superiores blancos europeos una risita de conmiseración, porque trata de estar a la altura de los demás, pero , desde luego, con su educación de indio pobre... "Es que se le nota". "Mira lo que ha dicho..."  
En fin. Es insultante el racismo manifiestamente oculto que subyace detrás de nuestra soberbia. 

Estamos mas calvos, gordos y subalimentados porque nuestro alimento no tiene la fuerza de la tierra, la vitalidad del aire: tienen vitaminitas artificiales y matainsectos. Y ahora nos los van a modificar genéticamente... Dejen de reírse del “indiecito”, como hace quinientos años vienen haciendo, como se reían los diputados del PP del “cantautor” Labordeta, para denigrar la seriedad del otro y reducirlo a la nada.

Europeítos: ¿Os sentís superiores?...  ¡Vengan a Colombia y hiérvanse una patata, imbéciles!

Llegué a mi primera escuelita con la intención de cantar la canción “La Risa de Maribel” y hacer “Oceamía” , ambas composiciones ateas y peleadoras. Vengo de la tradición voltariana europea y quiero dejar dudas en los niños. Averiguo si no es religioso el colegio y Manu, director del Festival que nos ha acompañado hasta aquí, me dice que no.
Pero, antes de comenzar, sube el escenario la Directora y suelta un sermón a los niños, les hace rezar el Padrenuestro, para “Agradecer a Dios por la Presencia de Sergio Dantí”. No creo que dios estuviera demasiado contento de que este evidente ateo le erosionara terreno ya conquistado, y me imagino que se habrá sorprendido desagradablemente. (Espero que no acabe castigando a la tan bien intencionada y agradecedora señora Directora, amabilísima y muy buena gente). Y yo también me sorprendí. No hice todo lo que pensaba hacer en el espectáculo, pues me pareció que sería una provocación en ese momento, cantar que “Maribel rió en el viento que Dios ya no existe más...!” que es como termina la canción.

De todas maneras, apenas terminé mi inocente actuación, muy aplaudida, un grupito de niñas se me acerca y me pregunta con infinita educación “¿En qué cree usted?” Soy ateo, les contesto. Y ellas se miran entre sí, como corroborando ¿has visto que yo te lo decía?.. Tenemos una charla muy correcta y educada e interesante con estas cinco niñas, de unos 13 o 14 años, en un intercambio de ideas, y en el que su curiosidad era saber en qué creía yo, pues les parecía imposible que alguien no creyera en “nada”. Finalizan diciendo con mucha convicción y afán salvador, que “están seguras” de que en el fondo yo quiero creer en “algo”. Les digo que ya creo en muchas cosas, pero que siempre las considero hipótesis que me ayudan a explicar el mundo, y que están sujetas a ser desplazadas por otras, en cuanto se pueda demostrar que han sido superadas. Y que eso me hace ser más amplio y, sobretodo, que mis hipótesis no son tan susceptibles de ser manipuladas como su fe. Así, con gran cariño, nos despedimos, no sin antes haberles firmado algún autógrafo (“Tengo la firma de un ateo!!”, habrán dicho a sus compañeras).

LLEGAMOS A...

BARRANQUILLA!


Viajamos tratando de escondernos de los chorros de aire helado, agudo y acerado, que sueltan los conductos de ventilación del coche. Como somos ya doce (un pasajero mas se subió a último momento) no protestamos demasiado pues preferimos no imaginar que pasaría si no hubiera ese gélido aire circulando. Maribel se envuelve en su chaqueta y yo trato de respirar dentro del cuello de mi camisa, y así viajamos. Diversos controles militares (Policía, Ejèrcito, Marina) por los que pasamos bien y el paisaje maravilloso, que en algun momento transforma su sabana fértil en un monte boscoso y durante algunos quilómetros, misteriosamente, en una zona seca y con altísimos cactus de aquellos de los desiertos de AriZona (zona árida, of course). Debe tener que ver con el suelo, que es volcánico... Vaya uno a saber.

Nos acercamos a la ciudad, al tráfico y a sus calles, a prueba de torrentes acuosos, o sea, con aceras altas, muy altas, con murillos (¿No sabían que Murillo es un muro pequeñito? ¡Vaya pintor que nos ha quedado a los españoles: "Paredcita!") de diseño “aquostático”, pues están para desviar los torrentes inmensos y terroríficos que bajan por las calles de Barranquilla cuando llueve. Y como ya dije, llueve -en esta época-, al menos una vez al día, y algunas veces es una lluvia realmente torrencial: en media hora puede caer lo que llueve en Almería en todo un año. El agua baja, “cantarina” hacia el río Magdalena, en una tromba impresionante, que en algunos lugares alcanza el medio metro de altura, aunque en general, no pasa los 20 cms, bajando a unos 40 kms/h. Ha llegado a dejar autobuses navegando en el río... No entiendo como es que la ciudad no se ve mucho mas limpia, con estos “enjuagues” periódicos.

HOTEL "EL PRADO"

Tras los fiascos con el Hotel en Cartagena, y contando que en éste nos teníamos que quedar, porque era el del Festival, yo ansiaba que fuera el mismo en el que estuvimos la ultima vez, que era bastante bonito, con piscina, etc, etc... Pues no.

 Es el Hotel El Prado. Lo mas aristocrático que he visto en Hoteles, lujo, dos hectáreas de Hotel en plena ciudad, construido en 1927, lleno de palmeras y jardines, de personal atentísimo... algo así como podría haber sido el “San Felipe” de Cartagena pero mimado y cuidado con esmero. Hermoso. De otra época. Señorial. De película de Hollywood.

Ascensor con puertas doradas y ascensorista. No puedes viajar solo: el boton de llamada del ascensor es un timbre tiernamente estridente, que hace acudir presuroso y alegre al conductor de tan vertical vehículo. Uno de ellos nos comenta, orgulloso, que hace 25 años que está trabajando en esto. Hay que re-valorar nuestros juicios acerca de la felicidad que nos puede proporcionar un trabajo: para millones de personas es algo salvador, providencial y que les asegura una vida feliz en su medio. Para otras (como yo frecuentemente) imaginar una tarea rutinaria y quasi inútil (podrían poner botones y la gente ir sola, como en todos los restantes ascensores del mundo), es algo frustrante. Cada uno tiene su nivel de aspiraciones y su felicidad es estar en donde se imaginó alguna vez.                        
Los larguísssssimos corredores alicatados con baldosas blancas y negras, son perfectos, con las palmeras asomando entre los arcos. Lo único especial es el ruido: es otra visión del trópico caribeño: en cada habitación hay un acondicionador de aire de esos que atraviesan la pared: vas caminando por la noche y el ruido de los acondicionadores te hace sentir como si el hotel entero fuera un gigantesco avión a punto de alzar vuelo. Misteriosamente, cada vez que llueve, las galerías se llenan de goteras y de esforzados trabajadores secando los suelos y las bases de las columnas de madera: no hay que ser muy perspicaz para, viéndolo desde los pisos altos, darse cuenta de que no hay tejas que hagan la “costura” de las intersecciones de los tejados. Por allí, entra el agua, pudre las maderas y moja a todos... Misteriosamente, no se arregla. En el restaurante, cada desayuno es una lucha con mi raciocinio, pues ponen la fruta cortada en tres grandes fuentes ovaladas (melón, sandía y papaya), tapadas con cubrecomidas de plástico... redondas, con lo cual, por ambos extremos de la fuente entran miles de mosquitas que quedan aprisionadas en la campanita de plástico transparente y allí hacen su fiesta o se angustian, mientras el huésped de tan selecto hotel, tiene que irlas liberando cada vez que levanta la tapa. Informé a los camareros de la tontería, y a los dos días, aparecieron las frutas en los mismos recipientes con las mismas tapas, pero esta vez cubiertas con una película de rollo plástico de cocina. Resultado: lo mismo. La gente aparta el plástico y las mosquitas aparecen igual, solo que esta vez quedan, además, atrapadas seriamente bajo la película plástica, además de bajo la campana inservible. No parece entrar en el cerebro de la encargada del local que las tapas de los recipientes deben tener la misma forma que éstos. Su nivel de inteligencia se me aclaró cuando el dia en que nos íbamos, me quiso cobrar el triple un jugo de frutas. Al hacerle ver su error, lo enmendó con una excusa falsa y sin lógica aritmetica. Una vergüenza para ese hotel.

Decenas y decenas de empleados, todos amabilísimos, todo está constantemente siendo limpiado,  ordenado, barrido. Rodeado de jardines (“Paso exclusivo para los clientes del Hotel”). La piscina es perfecta, uno se imagina a Esther Williams con su “troupe” de chicas nadando solitarias (es un decir) para olvidar alguna pena de amor que Clark Gable les hubiera dejado (a todas) o verse aparecer la orquesta de Xavier Cugat tocando en el kiosco central. Una experiencia maravillosa, que me permite nadar con sol, con lluvia, panza arriba y mirando el cielo y las palmeras.

Para no dejar las críticas, el Hotel sigue siendo perfecto PERO dejando aparte el cuadro de la habitación, una inmensa boca de negro/a abierta en violentísimos colores rojos y azules, llena de dientes y con una lengua monstruosa que salía de allí... y puesta en la cabecera de la cama. Casi peor que tener uno de esos instrumentos de tortura de los antiguos romanos, con un hombre agonizando, para que no olvidemos quela vida es horrorosa (los sangrantes crucifijos que presiden aún algunos lechos y comedores)

Pedí que lo cambiaran y, por lo menos, se lo llevaron. Nos dejaron sin cuadro, pero pudimos dormir tranquilos.

CARTAGENA DE INDIAS I

Dentro del caos que es la salida del aeropuerto, nos organizan muy bien para el servicio de taxis, dándonos un papel impreso con el importe que se debe pagar al taxista, calculado por una oficina instalada ad-hoc. Nos sentamos en el taxi con gran tranquilidad, entonces... Primer contacto con el aire inmensamente húmedo y caliente y también con el aire acondicionado congelado. Así se gestan las infectoinflamaciones rinofaringíticas, primero de Maribel, luego mías y luego otra vez de ella, porque los virus se la pasan aburriéndose de estar en uno y se vuelven al otro para recordar viejos tiempos y dejarnos deshechos.

Llegamos al primer hotel que teníamos reservado, un edificio de los años 20, con grandes pasillos techos altos, columnas... pero absolutamente descuidado, desangelado, sin ni una planta, con el aparato de aire acondicionado mal inserto en un hueco de la pared y los huecos que deja taponados con papel higiénico. La luz de lectura es un fluorescente en el techo, no hay mesilla de luz, el baño está infimamente aprovisionado...

Eso si, todo esto se compensa con las vistas desde nuestra ventana…



Es el mismo en el que estuve en el 2007, y siguen sin agua caliente (aunque sigue siendo absolutamente prescindible, dado que el agua “fría” sale a 37-38 grados), esta vez había una flor en el caño de la ducha y una cortinita “cortina”, como decimos los argentinos, o sea corta, que no evita en absoluto que por los 20 cms de espacio que deja hasta el suelo, salpique toda el agua que riega el resto del baño. El “armario” está construido con gran cuidado y unas tablas reacondicionadas de cajones, con un palo de escoba para colgar las perchas de alambre.



En algún momento, hace años, alguien lo unificó todo pintándolo con una pintura “marrón madera”, de la cual aún se adivinan restos dispuestos en irregulares capas geológicas.

Un último detalle tecnológico se puede apreciar, aunque no se puede apreciar, en esta foto...

Me explico: el embudito era para recoger las gotas de agua que salían del aparato. Dichas gotas, a razón de una por minuto, caían exactamente un centímetro afuera del costado del embudito rojo, estrellándose con un “¡skchik!” en el empapado patio interior. Habrá sido difícil colocarlo, pero, por otro lado, también puede decirse que fue absolutamente inútil.

Salimos a comprar un adaptador para nuestras máquinas de 220W a la corriente de 110... Con muy poca psicología, hago pasar a Maribel por la calle mas sucia, ruidosa y llena de basuras, aguas estancadas llenas de una espuma sospechosa (espero que, al menos, sea detergente), gente y perros flacos que se puedan imaginar. Es una calle “peatonal” y en su eje, se han instalado multitud de puestitos de comida. Los que no mueran de esto, tienen la supervivencia asegurada, dese luego. Es la explosión de la “otra” Cartagena, la no turística, la de los “otros” colombianos, donde viven conviven y sobreviven multitud de seres extraños, que cuando los ves fuera de ese habitat reconoces como personas encantadoras, simpáticas, amable, serviciales, pero que cuando les ves en ese submundo, no puedes mas que sentir angustia frente a lo que te imaginas una vida durísima, compitiendo por nada, luchando por miserias y que no dejan de provocarte cierta inquietud, como le sucedía a la abuela del Marqués de Villallonga: “El día en que estos digan basta...” No puedo evitar sentirme europeo y parte de un continente que ha explotado hasta lo indecible la existencia de estos pueblos, y que ahora vive aún de las sobras de lo que robó. Luego, por supuesto, creó escuela entre los propios explotados y, tal como en la tan brillantemente nacida y tan atrozmente destrozada Liberia, se demostró que no hay peor amo que un esclavo con un látigo en la mano.

Reencuentro los viejos conocidos, los escribas con sus Remington y Olivettis de los años 60, escribiendo cartas y formularios al pie de los ministerios y sentaditos en un cajón y ante una mesa desvencijadísima que se traen de sus casas mas una silla para el cliente.


Otra calle con cajoncitos es la de los relojeros. Son diez o doce, uno al ladito del otro que reparan todo tipo de máquinas del tiempo, excepto la que parece haberlos inmovilizado en los años 50. El cajoncito con el señor de las Luxaciones, está, pero no llego a ver al forzudo caballero del 2007, que me hacía pensar más en un generador de traumas óseomusculares que en un sanador de los mismos. Lo que mas abunda: puestos de libros. Muuuchos, muchísimos, con libros usados, algunos interesantes, pero los menos. Otros especializados en literaturas religiosas, otros en libros de colegio: todos pintaditos con carteles preciosos a pincel sobre las maderas de muy diversa procedencia, clase y color, pero organizadas y clavadas en forma de caseta, con candado y todo y algunas de ellas con cierto arte, debo decir. Y todos organizados por zonas comerciales. Nada de mezclas. Libros con libros, luxaciones con luxaciones, comida con comida.



En resumen, un aire de zoco árabe, o mercado hindú, o brasileño, con mil vendedores voceando en el calor sofocante sus bollos, arepas, pilas, llamadas a celulares, jugos (gran variedad y cantidad), etc... Para mi, denota un gran espíritu de iniciativa empresarial, que quieren que les diga: son seres sin patrón, que salen de sus casas a las 4 o 5 de la mañana con sus cajoncitos al hombro y se pasan el dia tratando de vender las cosas que ellos mismos han cocinado la noche anterior o han comprado a su mayorista. Y así viven. Mas adelante contaré mas de esta gente...

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Luego pasamos 100 mts de galerías comerciales y ya estamos en la Ciudad Vieja, nuestra Cartagena de Indias maravillosa, llena de pequeñas calles coloniales, con sus balcones de madera, las buganvilias que cruzan de vereda a vereda y de balcón a balcón, enredadas en los cables telefónicos o de electricidad, llena de palacetes coloniales reconvertidos en espacios preciosos, con sus jardines moriscos (un andaluz fue virrey-alcalde de Cartagena durante muchos años) compitiendo en vegetación, donde los arbustitos de Europa se transforman en árboles inmensos, sus piscinitas con cascadas rumorosas, sus sillas en las sombra para que la gente se relaje, se refresque y viva su paz, mientras miran a quienes pasan por la calle y a su vez son mirados. Es curiosa la tranquilidad con que la gente vive hacia afuera, es decir: pasas por las casas, totalmente abiertas y ves sus salas de estar, sus comedores, sus televisiones (aunque no hay demasiadas, creo que más por hastío o buen gusto que por otra cosa)... básicamente sillas y mecedoras mirando hacia afuera y los comedores con la familia adentro y puertas y ventanas abiertas a las estrechas calles.



Encontramos un hotelito mejor, una casa colonial (no se puede construir en Cartagena de Indias, declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad. Todo tiene al menos 100 años en la Ciudad Vieja) con su patio


y su jardín feraz de palmeras y plantas de anchas hojas, sobre las que la lluvia se deja oír por las tardes, dejando una sinfonía de tranquilidad que nos arroja a las siestas mas maravillosas y largas (llegan a durar un día entero) de nuestra vida, y su pequeña piscina con agua rumorosa, sus habitaciones con aire acondicionado y sus mosquitos, que atacan ferozmente los pies de los extranjeros (con Maribel contamos hasta 10 picaduras en cada pié (o sea, 40), sin tomar en cuenta las de piernas, tobillos, codos, cuellos, etc...) Bañarse en repelente es la solución. Son mosquitos que no hacen ruido, vuelan a ras del suelo... Creo que ha nacido una nueva raza de mosquitos, dado que también los encontré en Barcelona: no zumban, vuelan bajo, pero nos urtican desesperadamente. A ver si siguen con su evolución Darwiniana y conseguimos que nos piquen sin dejarnos ronchas y ardores, que a nadie le molesta donar una gotita de sangre para esas pobres bestias del Señor, pero les falla el servicio de R.R.P.P. Deberían hacer como los bancos, que te chupan la sangre, pero con una sonrisa y haciéndote sentir que eres una buena persona que sabe perfecta y maduramente cumplir con sus obligaciones...





BOGOTÁ Y LOS PRIMEROS CUENTAPROPISTAS

 AEROPUERTO DE EL DORADO – BOGOTÁ:

El aeropuerto de Bogotá es pequeño, pero ya desde allí comienzas a acostumbrarte al exceso de mano de obra cuentapropista o no: gente que te ofrece llevarte las maletas, que venden cosas, que te preguntan, con mucha amabilidad, si necesitas un taxi... Al salir, unos diez o quince hombres muy bien trajeados y encorbatados, de próspera apariencia, te preguntan si ya tienes hotel y te loan las maravillas del que ellos representan. Y cuando llegas al hotel un ejército de botones se abalanza sobre el coche, te llevan las maletas, me quitan la guitarra de la espalda y se la cargan y nos acompañan hasta las habitaciones. Para todo envian al botones, puesto muy codiciado por los demás empleados del hotel, dado que es el que mas propinas recibe. La conductora del coche que el hotel envia a buscarnos, es enfermera pero se ha quedado sin trabajo y vive de esto desde hace algun tiempo. Nos confirma amablemente que tiene un salario muy mínimo y que también “redondea” con las propinas. Bien. Entiendo la indirecta y deduzco (un “deduzco” debería ser un dedo pequeño y despreciable)... deduzco, decía que hay exceso de mano de obra y muy barata. Eso se confirma cuando por las calles ves la cantidad de gente que vive de vender mínimas cositas, como golosinas o llamadas de “celulares” (móviles) a 0,05€, y los carritos toscamente construidos en madera que anuncian, en carteles pintados a pincel con pintura celeste una “Atención Esmerada a nuestros Distinguidos Clientes, reparando toda serie de Relojes, Anteojos (gafas), adornos Personales, etc”. Se puede hablar de las angustias de una situación económica dificilísima, lo que es absolutamente cierto. Pero hay otra vertiente del mismo hecho y me encanta rescatarla: el optimismo florece y me encanta...  
Los colombianos, si tienen problemas,se lanzan a inventar lo que sea para poder sobrevivir, haciendo cosas por su propia cuenta (cuentapropistas), sin jefe ni patrón, y a ganarse la vida como mejor puedan. Y no se crean que es sencillo: imagínense ustedes, con graves dificultades económicas, con dinero apenas para comer, saliendo de casa a las 4 de la mañana para comprar, por ejemplo, naranjas en el mercado, y luego recorriendo las calles para tratar de venderlas y recoger el ínfimo beneficio que les puede dejar esto. Y así, cada día. ¡Y encima, sonriendo¡ Y ahora no hablo del problema social y sus causas, sino de la disposición psicológica de cada uno, de la fortaleza personal y el optimismo vital que refleja. Porque el que vende, lo hace con un entusiasmo increíble.  Hablaré mas de esto, desde luego...

Pasamos solamente una noche allí, en un hotel con muy hermosos cuadros, y con una habitación con una ventana preciosa, cubierta con una cortina, y que da... al pasillo. Por supuesto, en cuanto descorres la cortina todos los que pasan, te ven. Y da igual descorrerla, porque el pasillo es interior y no hay luz de día. Raro.

A la mañana siguiente, tras escuchar por la tele que estan evacuando gente porque esta por erupcionar (bueno, entrar en erupción: si se dice eructar, ¿por qué no se ha de poder decir “erupcionar”? ¿Algún “letra” de la R.A.E. de la Lengua me lo puede explicar?) (¿Y por qué “entrar” en erupción y no “romper”, por ejemplo, que sería mucho más bonito?)... Vaya, ya me fui por las ramas. Es una tendencia mía que no consigo desgajar de mi, ni siquiera desde que leí que era un típico rasgo esquizoide, pero en mi caso no creo que sea por eso, sino por un exceso de intereses en mi poco desarrollado cerebrín... Bueno, Me he vuelto a ir por las ramas... ¡Qué rabia!. Retomo.

O sea: a la mañana siguiente, tras escuchar por la tele que estan evacuando gente porque esta por “romper en erupción” un volcán (el “Galera”) nos dirigimos raudos a tomar el avion porque dada nuestra ignorancia de la geografia colombiana, no acabamos de recordar si está muy cerca o muy lejos de Bogotá y no querría verme envuelto en una partida-evacuación como la de la embajada de los USA en Vietnam cuando perdieron la guerra contra un pueblo de campesinos pobrísimos, organizados y valientes. Por cierto, conozco un restaurante vietnamita en Barcelona que tiene impresos en sus vidrio los túneles del pueblo de sus fundadores, con sus escuelas subterráneas y su entrada subacuática. Emocionante.

Y partimos volando hacia Cartagena.

3ª Gira - 2010 - BARRANQUILLA – CARTAGENA

FESTIVAL CARIBE CUENTA - 2010
APUNTES DEL VIAJE

Tras 3 años de no pisar Colombia, vuelvo con mucha ilusión y con Maribel a quien, aparte de sus funciones dentro del espectáculo que desempeña como siempre con precisión y cordura, querría introducir en el conocimiento y disfrute del carácter latino, tan evidente en esta Colombia y especialmente en la zona caribeña.

Hay que visitar América Latina para darse cuenta que Europa es un continente anciano, con valores individualistas pero entendida esta nobilísima palabra en su más salvajemente capitalista sentido, y en donde la ilusión de vivir ganando cada vez más para poder pagarnos los mejores médicos cuando seamos mayores, no parece ser una razón demasiado intensa para hacernos vivir. América Latina es otra cosa: si no está Ud. dispuesto a intentar comprender este punto de vista, no siga leyendo... No le va a gustar.


ALGUNAS INTRODUCCIONES A LO CARIBEÑO (y a su público):

El primer problema que se nos planteaba era el del calor. Salir del avión en la costa es aparecer sumergido en una sopa espesa, cálida y húmeda. En dos dias, te habitúas y consideras buen tiempo a aquel en el que a la sombra, no sudas demasiado. Tu cuerpo se acomoda y la paz y la tranquilidad del devenir de los días, te va ganando.

Llueve cada día. O una pequeña lluvia o un aguacero feroz, pero no dura mas de media hora, en ocasiones, dos veces al día. Tras los primeros días, ya abandona tu boca la frase: ¡qué calor!, porque te sientes tonto diciendo algo tan obvio. Y además, porque ya no lo percibes: tu cuerpo esta inmerso en un medio a su misma temperatura o más (al sol) y humedad y se siente navegando en aguas fáciles y conocidas.

Como cada día estoy mas catalán, le pregunté a Simón, amigo que me salvó de mil problemas informáticos, como era que podía la gente “ennoviarse” en el Caribe, con el calor que hace. La piel no parece reclamar con demasiada intensidad un cálido contacto. Cuando uno llega, imagina que se deben apaciguar sus gritos de protesta por su soledad dérmica (o necesidad de una caricia), o bien que se nos taponan los oídos y ya no oyen ese crujir subterráneo que reclama la sensualidad del contacto. Simón se rió, y simplemente me miró. Me dejó muy claro que la fuerza instintiva del ser humano, es capaz de vencer todos los obstáculos. Así como los esquimales han amado y procreado a través de las gruesas pieles de foca y las grasas del mismo animal con que se untaban la piel para no tener frio, los caribeños se entregan con pasión a sus pasiones, faltaría más. Luego me di cuenta que es cuestión de acostumbrarse, que nada se pierde por completo, que sigue todo en su lugar y la vida es igual e intensamente bella, con calores o sudores. La piel está mas viva que nunca.

También veo a los caribeños bailar inacabablemente, con las mejillas pegadas y abrazados en contoneos sinusoidales maravillosos, moviéndose como peces, como esos bancos de peces que giran, avanzan y se entorbellinan como un solo cuerpo, pero es un banco de dos. Con sus pies en perfecta formación quasi militar, el de él junto al de ella, con una armonía indescriptible. La cara sudorosa, solo refleja concentración o sonrisa, la alegría de vivir el cuerpo, como los niños o cualquier animal (que lo somos) cuando los “sueltas” en la playa o en un espacio libre.


   El baile es omnipresente, los cuerpos ondulan y se mueven sin vergüenza ni timidez alguna, al mas mínimo asomo de posibilidad... Debe ser por eso que, como público, los colombianos son incomparables. O sea, se les puede comparar, pero solo para denigrar a otros maravillosos y queridos públicos. Ninguno (entiéndase bien: ninguno) en mi larga experiencia (y contrastando datos con Boni Ofogo, el príncipe camerunés que se los conoce todos) puede ser tan sutil, inteligente, lleno de humor, participativo, empático y simpático. Todo lo que digo se entiende, toda sutileza se ríe, toda dificultad de comunicación desaparece: es siempre una fiesta. Siempre. Los niños pequeños deletrean cantando Constantinopla, (ceoeneeseteaeneteieneopeelea) ya en la mitad de la canción, cosa que no he conseguido jamás con el culto público europeo. Y cuando hacia el final, pido que canten solo los grandes, para avergonzarlos ante los niños, los grandes cantan perfectamente y se balancean y se rien como niños, felices de haber superado la prueba. Se lo escriben en la mano para poderlo deletrear.

En general, en las canciones, la gente solo escucha la musiquita, aplaude el ritmo y logra retener breves frases en la cabeza... El público colombiano sigue la letra de las canciones. A la primera, entienden toooda la historia de la canción y la disfrutan y la ríen “verso a verso”. O sea que aquella teórica sensación de que quien actúa está recogiendo una energía buena y sana de ansias de divertirse o de aprender o de asombrarse que surgen del publico y van hacia él y vuelven a la gente a través de él... esa sensación, es concreta, práctica, no teórica. Y yo, vivo encantado ese crecimiento dialéctico de las energías y me transformo en el escenario en un ser energético, con el cerebro limpio de obstáculos y el ánimo feliz (lo que vendría a ser lo mismo)...

Y ni lluvia ni truenos lo arredran: en esta imagen podrán ustedes comprender un poco más por qué amo yo al público colombiano.




2ª GIRA año 2007

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CARTAGENA.
 Abrir la puerta del avión y dar el primer paso en el Caribe colombiano, es llenarse los pulmones de una especie de sopa de agua caliente que te llega hasta los alvéolos y los reconforta del frío de Bogotá. Hemos bajado 2.600 mts y estamos a nivel del mar, en  una ciudad caótica, sin leyes de transito, llena de taxis amarillos, que utilizan su claxon para: avisar a una gente que podrían ser clientes que ellos están allí, avisar a una moto que están por pasar, avisar al de adelante que cinco coches mas allá se encendió la luz verde, avisar a una negra bellísima que ellos están pasando por allí y que por favor, les regale una mirada, saludar a sus amigos, anunciar que van a girar en "u" en el cruce de dos avenidas bastante transitadas,etc, etc. De resultas de lo cual, hay un incesante piar de bocinacitos cortos en la ciudad. Muchas, muchísimas motos, habitadas por personas de todos los colores de la gama del negro prieto al blanco caribeño (nunca llega a ser un blanco inglés, por ejemplo )

Ciudad amurallada, fuerte inexpugnable (solo fue rendido una vez, creo que por sir Francis Drake) donde fui a actuar hoy sábado a las diez de la mañana, en una especie de museo que tienen, Casitas de colores, calles empedradas: una verdadera ciudad del 1700, con la gente bullanguera y divertida, vestida como se le da la gana. He visto cosas que hace años no veía: Uns fila de “escribas” con un banquito y un cajoncito donde tienen antiquísimas Rémington u Olivettis (sí, sí! máquinas de escribir) con las que rellenan diversos formularios por 2000 pesos cada uno (1€). Llenísima la calle de puesteros con frutas, de todos tipos y colores, (organizados en bloques. Todos están juntos) flores, ostrerias, librerías (con nombres tales como “Dios es la Verdad”, o “Librería Pepe”), pero en las que pueden caber unos cincuenta libros. Cada cual vende eso. Otro cajoncito, frente al hotel, que pone. Don Pepe: Luxaciones”. Imaginé que uno podría ir a pedirle que le luxe un brazo cuando no quiere dar un examen, pero no. Se ve que los cura (aunque tenia mas pinta de producirlos, a fuer de verdad).
 Palomas casi todas negras. Unas pocas mas claritas, pero casi todas negras. …curioso, no?. Gente gritando. Caos caribeño, agradable.

El hotel habrá alcanzado su apogeo en los años cincuenta y, como ustedes son personas inteligentes, saben que el inicio del apogeo es el comienzo de la decadencia. O sea que está decayendo desde hace otros cincuenta años. Al ir la ducha, compruebo como la lógica impera y no hay agua caliente… (pa’qué?) Pero cuando me decido a lavar mis calcetines y otras ropas interiores, pensando que con este calor se me secará en minutos, veo que en el lavamanos hay dos grifos: uno de fría y otro de caliente. Pruebo uno.. Debe ser la fría. Abro el otro: sale tibiecita y luego bastante caliente. Lavo feliz con el agua caliente. Luego abro la fría y esta a la misma temperatura. Me agacho y noto que, efectivamente, hay un único caño de agua. Es la temperatura a que viene tras su paseo por las cañerías de la ciudad. La primera estaba fría  por eso! era la primerita!

En Colombia, solo 2 de cada mayores de 65 años reciben pensión. El presidente Uribe, tras la firma del Tratado de libre comercio con los EEUU, curiosamente, ha decidido privatizar la seguridad social, y todos tienen la o-bli-ga-ción de sacarse un seguro particular. No hay oficial. Si uno no podía permitírselo… Bueno, pues, a pedir…! Quien le manda formar parte del 80% de pobres. Si él podría haber sido parte del 20% de gente que “está bien”. Claro que entonces, otro debería haber descendido, pues ya se ocupaba su lugar. Y es así. Siempre ha de haber un porcentaje de gente pobre, si no se toman las medidas para evitarlo. Y siempre habrá quien soluciones el problema diciendo que mucha gente ha trascendido esa situación. Y los que quedan? que se jodan! Y los que caen? ¡Qué se jodan!